NAVIDAD: LA BATALLA FINAL

Polo Norte. Casa de Papá Noel. Interior. Papá Noel aviva el fuego de la chimenea de la sala con un recorte de diario que dice "Confirmado: Papá Noel no existe". Suspira, se sienta en su sillón y se sirve una copa de vino, que mueve en círculos lentos y cansados. Mamá Noel se acerca y pone una mano en su hombro. - Ay papi, no te pongas así. - Y qué querés, si estos pelotudos dicen cualquier cosa. Estoy cansado, vivo expuesto, no puedo salir al patio en malla sin tener 10 paparazzis saltando la medianera... inventan historias... mirá, mirá, acá dicen que salgo con la Ritó. - Pero yo sé que no es verdad -le da un beso en la frente- Además, en esta época del año todos están medio sensibles con este tema. - Si, pero tengo miedo. Vos sabés lo que está pasando últimamente, y no me gusta nada. El otro se va a poner celoso. Todos los años tengo miedo que me caiga a cagar a palos. Y sabés que enfrentarse a él no es joda... Pero bueno, confiemos. - Si, claro. - Mamá le sirve a Papá Noel otro poco de vino y se arrodilla en el piso, al lado del sillón. Corte. Exterior. La nieve cae como un montón de telgopor frente a una aspiradora. Entre las dunas glaciares, se ve una silueta humanoide, con toga, barba y pelo largo. Le brillan los ojos con un fulgor rojo y malévolo. Corte. Interior. Papá Noel mira tele. Mira Hallmark Channel, un documental sobre Hitler. mira a un lado, hacia el otro, pone cara traviesa y cambia a Venus. Dos minas se meten una pajarera en el culo y gritan. Papá Noel empieza a tocarse cuando golpean a la puerta. - ¡¡¡Quién es la puta que lo parió!!! - Sal de ahí, maldito!!! Ha llegado la hora!!!! -dice una voz estruendosa y sublime. - Puta madre! Papá Noel se tira al piso, rueda y de un cajón de una cómoda saca una itaca. En ese momento, se rompe la puerta de entrada y entra a la sala un hombre de toga punzó, largos cabellos castaños, barba castaña muy crecida y los ojos rojos, fulgurantes de malevolencia. - Ha llegado tu maldita hora, viejo senil. He venido a recuperar lo que es mío. - Sobre mi cadáver, Jesús! Papá Noel lanza un disparo de itaca desde el piso. El fuego golpea en el pecho de Jesús. - Jajajaja No entiendes que estoy muerto ya??? SOY INMORTAL!!!! SOY EL HIJO DE DIOS!!!! Y TÚ ME HAS ROBADO LA NAVIDAD!!!! Papá Noel suda. Se esconde detrás de un sillón de pana verde y vuelve a cargar la Itaca. Clak-Clak. Lanza un suspiro y mira de reojo. - Durante miles de años fui el Rey de la Navidad, esta fecha conmemoraba el nacimiento del Hombre más grande que haya existido jamás!!! Y tú, maldito viejo, un empleado de una revendedora de agua azucarada me la has robado!!! Ahora te mataré, y recuperaré lo que es mío!!! Jesús hace una bola de fuego con sus manos. Papá Noel corre hacia la puerta, pero una bola de fuego le corta el camino. Resplandor amarillo. Papá Noel cae al piso, y de su bolsillo larga una granada. - Basta Jesús! O lanzaré esto! Y moriremos los dos! Jesús lanza una risita maquiavélica, revelando dientes podridos y amarillos. - He sido apaleado, crucificado, flagelado, escupido, abucheado, clavado, desangrado, picado, y aún así he resucitado. ¿Tú, maldito anciano decrépito, creés que una granada de fragmentación puede hacerme daño? - A ti no, idiota -Papá Noel saca del bolsillo una imagen de la Virgen de Guadalupe. - ¡Madre! ¡Déjala maldito, o te romperé uno a uno tus huesos! - No. Primero hablaremos. O la vieja se muere. La virgen, entonces, resplandece y con una voz suave y amorosa dice: - Mátalo, hijo. No temas por mí, resucitaré en algún balneario tercermundista. - Jajajajajaa! No puedes contra LA FAMILIA REAL DEL UNIVERSO!!!! -Jesús dispara otra bola de fuego que quema la granada, la virgen y toda la ropa de Papá Noel, salvo las partes pudendas. Papá Noel corre casi carbonizado y cae al piso. Jesús se acerca con pasos lentos, tenebrosos. Cada paso hace bum, bum, bum, y se escucha una risita grave y malévola. Serpentes salen de su cuello, y el fuego emana de sus ojos cual hornalla de la cocina del demonio. - No me iré sin lo que es mío, Papá Noel. Aunque tenga que matarte. - Lo siento Jesús, no quería llegar a esto. Papá Noel saca un llavero como el de un auto y apreta un botón que hace "cuic cuic", como las alarmas de los autos. De atrás, de un ropero por ejemplo, sale otro tipo barbudo, flaco, con cara triste y un crucifijo en la mano. El crucifijo penetra en la espalda de Jesús, quien emite un alarido horroroso que hace temblar todo el Polo Norte. Entonces Jesús se ilumina con fuego y luces malévolas y cae desplomado al suelo, donde humea completamente inmóvil. Papá Noel se levanta, se acomoda la poca ropa que le queda. Camina a un escritorio, abre un cajón y saca una bolsa de monedas. Se la entrega al asesino, quién tiene su cara horrorizada, con la marca de la muerte en sus ojos. - Aquí tienes, Judas, 30 denarios. Cuéntalos si quieres. Entierra el cadáver, pero esta vez ponle un candado a la tumba. Judas asiente y arrastra el cadáver de Jesús a la puerta. Papá Noel queda mirando la puerta que se cierra lentamente, con un chirrido suave y constante. Un golpe seco lo despierta del ensueño. Se sienta en el sillón de pana verde y prende un cigarrillo que saca entre las ropas. Suena el teléfono. Atiende. - Sí, vino. Sí, está todo bien. No, jodió un poco pero ya está. Si, señor. Ahá. Bueno, mañana estoy ahí. Nos vemos. Cuelga el teléfono y queda en silencio, con la mirada perdida en la nada. De vez en cuando pita el cigarrillo, y la brasa es como una mariposa en llamas, que muere al instante. Al día siguiente fue víspera de Navidad.